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El Cortijo de las Sombras

La Necrópolis del Cortijo de las Sombras fue descubierta en 1965 por John Wilkins, un canadiense que decidió residir en Frigiliana y que había sido piloto de aviones de combate, durante las obras de remodelación del cortijo que se encuentra en la corona del cerro. Notificado el hallazgo a las autoridades, el cementerio fue excavado por el profesor Antonio Arribas poco más tarde. Gracias a las anotaciones del señor Wilkins, quien iba apuntando las condiciones en las que se dieron los primeros hallazgos, se ha podido reconstruir la totalidad de las tumbas con un gran rigor científico.

La necrópolis está compuesta de enterramientos en hoyos excavados en la roca, dentro de los cuales se colocaban perfectamente asentadas las urnas funerarias. Estas contenían los restos incinerados de los cadáveres que antes habían sido quemados en el ustrinum, pequeña fosa excavada en la piedra sobre la que se colocaban troncos de madera, de manera que, una vez consumidos, los restos del difunto fueran a parar a su interior y no quedaran desperdigados. Antes de la cremación, el muerto era lavado y perfumado, y se vestía ceremoniosamente.

Además de las cenizas las urnas contienen los restos de los abalorios que llevaba el muerto, como anillos, pulseras, broches, etc, su ajuar. Las urnas se tapaban con platos de cerámica o piedras planas, y el conjunto se cubría de pierdas y tierra formando un pequeño túmulo que debía sobresalir de la superficie, y que pudo estar cubierto de cal.

Esta necrópolis se fecha en torno al siglo VII y principios del VI antes de nuestra era.

Todos estos elementos de la cultura material de los pobladores de lo que hoy conocemos como Frigiliana ponen de manifiesto que efectivamente este territorio tenía una población autóctona durante la Edad del Hierro, que se relacionaría con los pueblos procedentes de la otra ribera del Mediterráneo.

En el momento de su excavación se definió como un cementerio perteneciente a colonos fenicios, ya que la investigación sobre el mundo fenicio en el Mediterráneo occidental estaba dando sus primeros frutos en España. Por ello, se relacionó, por sus grandes cerámicas y la cremación de los cadáveres, con los yacimientos excavados en esos años en las cercanías de los ríos Vélez y Algarrobo y en la necrópolis del Cerro de San Cristóbal, en Almuñecar (Granada).

Esta adscripción se mantuvo durante un par de décadas, hasta que las nuevas investigaciones permitieron analizar la necrópolis desde otros enfoques, de manera que actualmente entre los investigadores se defienden dos propuestas diferentes. Por una parte, su presunto carácter fenicio ha servido, junto con otras necrópolis de Sevilla y Huelva, para argumentar algunas teorías sobre las estrategias de colonización semitas, de cara a explicar la penetración de los fenicios hacia el interior para practicar una colonización de tipo agrícola. Por otra, cuando analizamos detenidamente sus rituales funerarios y sus ajuares, observamos que existen diferencias evidentes con las formas tradicionales de enterramiento del mundo fenicio, lo que nos lleva a pensar que no se trata de un yacimiento de tipo semita. Además, muchos de los elementos de ajuar que parecen en las tumbas como las cerámicas a mano, algunos elementos metálicos como las fíbulas y elementos de piedra tallada nunca aparecen en las sepulturas fenicias, y ponen en relación este cementerio con las culturas locales, con los descendientes de las poblaciones que han habitado Frigiliana desde el neolítico, como hemos visto.

Son los habitantes de la denominada Edad del Hierro, que solemos conocer con el nombre de tartesios, como pertenecientes a esta cultura que se desarrolló en el sur de la Península Ibérica entre los siglo IX al VI a.C. Tradicionalmente se ha vinculado el mundo tartésico con el Valle del Guadalquivir, Huelva y Cádiz, pero hoy sabemos que ocupa desde el sur de Portugal hasta Alicante.

Los objetos localizados en El Cortijo de las Sombras nos revelan las destrezas de los tartesios en el trabajo de los metales o en la decoración cerámica. Los contactos con los fenicios les permitieron ir adquiriendo nuevas técnicas y prácticas en la ganadería, agricultura, el arte y la industria artesanal que hoy podemos valorar en los ajuares que pueden ser contemplados en el Museo de Frigiliana.

En resumen, El Cerrillo de las Sombras documenta la permanencia de este primer asentamiento de mujeres y hombres en Frigiliana durante el siglo VII y VI antes de nuestra era. Momento en el que la cultura de la antigüedad griega se extendía por el Mediterráneo en su periodo más arcaico o antiguo. Se trata de un poblamiento típico del mundo indígena local cuya continuidad después del siglo VI a.C. queda aún por confirmar.


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