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El Condado de Frigiliana

Hasta mediados del siglo XVII no vamos a encontrar en Frigiliana una sociedad propia del Antiguo Régimen, que hacía frente al denominador común de la época: las epidemias (como las pestes de 1637, de 1678 y 1679, o la posterior de 1741), que producían estragos entre la población, así como las plagas en los cultivos, que junto con los graves destrozos provocados por una serie de grandes tormentas, dejaban en la mayor de las hambres a aquellos que aún seguían vivos. La mismas hambres que nos da a conocer la literatura de la época a través de obras como El Lazarillo de Tormes. Fueron, pues, años difíciles, de penuria económica y problemas poblacionales, de altos costes de vida que afectaban a los más pobres

Esos años fueron cruciales para la historia de Frigiliana, ya que el 31 de marzo de 1630, el rey Felipe IV otorgó el título de Conde de Frigiliana a Iñigo Manrique de Lara, quinto señor de la Villa, descendiente del que con el mismo nombre fuera el primer señor de Frigiliana, atendiendo a su tesón para repoblar con cristianos viejos un núcleo que era conocido como un foco de rebeldes musulmanes.

A este respecto, la investigadora Purificación García recoge un texto del Ayuntamiento de Vélez sobre el estado en que vivían dichos repobladores:

Ahora de tres años a esta parte han tratado de volverlo a poblar, y se han fabricado en él algunas casas que serán hasta veinte, hechas a la malicia con un terrado por encima y unas pocas de tejas, por orden del dicho Don Iñigo, Conde que se llama de Frigiliana…y son unos hombres muy pobres y necesitados y para poder comer hacían y hacen carbón y pleitas de esparto, los tienen como a vasallos haciendo que estén descaperuzados delante de sí”.


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