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La expulsión

La consecuencia directa de la expulsión de los moriscos se deja ver a partir de 1570, cuando su marcha forzosa a otros lugares del Reino o fuera de él hace necesaria una repoblación de Frigiliana, ya que había que evitar el abandono de los sistemas de cultivo tradicionales, basados en técnicas musulmanas para el aprovechamiento del agua. Las crónicas de la época informan de la producción de la seda, el azúcar, la almendra y el aceite como recursos económicos fundamentales de la Villa, que en estos momentos no contaba con más de veinticinco casas, todas propiedad de don Luís Manrique Pacheco.

Años más tarde, una nueva decisión real pondría fin definitivamente a la presencia morisca, que aún después de tantos años de resistencia seguía estando viva en el sur de España. Se trata del Bando de Felipe III que decreta la expulsión de los moriscos y gitanos:

(...) todos los Moriscos de este Reyno así hombres como mugeres, con sus hijos, dentro de tres días de como fuere publicado este Bando en los lugares donde cada uno viue salgan dél, y vayan a embarcarse a la parte donde el Comisario les ordenare, lleuando consigo lo que pudieren en sus personas.

Los dichos Moriscos, hallados fuera de su propio lugar, pueda cualquier persona sin incurrir en pena alguna prenderle, y desbalijarle, entregándole a la Iusticia; y si se defendiere, lo pueda matar.

Item, que qualquiera de los dichos Moriscos que escondiese, o enterrare ninguna de la hazienda, o la pusiere fuego, y a las casas, sembrados o arboledas, incurran en dicha pena de muerte (...).

Ordenamos y mandamos, que todos los gitanos, que al presente se hallaren en estos nuestros Reynos, salgan de ellos dentro de seis meses (...) y que no vuelvan a ellos so pena de muerte”.


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